Afirma que las condiciones sociales del país son intolerables, pero está convencido de que el modelo económico de hoy es el adecuado para lograr revertirlas. Sugiere a los empresarios que no se quejen del proyecto para que los trabajadores participen de las ganancias de las empresas antes de leerlo y asegura que es difícil diseñar una receta contra la inflación con un crecimiento del PBI como el actual. El economista Daniel Kostzer, coordinador del área de Desarrollo Social del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), dialogó con LA GACETA. Defendió al Gobierno nacional y recomendó revisar qué pasó con la economía en los 90 para evaluar con más tino la gestión de gobierno kirchnerista.
- ¿Qué significa crecimiento económico, en términos fácticos? Crecemos, pero da la sensación de que no esto no es suficiente para mejorar la calidad de vida...
- Comparto su visión, pero parcialmente. Sin duda hay una situación social en la Argentina que es inmerecida para un país con niveles de ingresos como el nuestro. Pero no se debe hacer un análisis fotográfico sin tener en cuenta la película. Hay que ponerse a ver qué es lo que ha pasado en este país en los últimos tiempos. Hoy estamos olvidándonos lo que nos ha pasado entre 2001 y 2002: una crisis demasiado importante, que vino tras una década de políticas desacertadas de desregulación, de apertura de la economía, de flexibilización laboral, de avance del capital por sobre el trabajo, lo que evidenció uno de los grandes temores de los economistas: los efectos implosivos del capitalismo cuando el Estado no actúa como regulador. Esos efectos, eso que hemos sufrido en los 90, y que explotaron en términos políticos y sociales entre 2001 y 2002, no se revierten de la noche a la mañana. Desde el golpe de Estado de 1976 se produjo todo un proceso de desinversión en áreas sociales y de empleo. En la Argentina ha habido una recuperación muy significativa, de la mano del empleo, del crecimiento de la economía, y de políticas públicas absolutamente activas, que ayudaron a superar esos indicadores sociales que han sido tan dramáticos. Sin duda los niveles son altos e injustificables. Pero si uno piensa que en 2003 teníamos un 57% de población bajo la línea de pobreza, un 35% de la población bajo la línea de indigencia y un cuarto de la población desempleada, hoy esos indicadores se encuentran realmente mejorados. Hay que ver de qué modo se hace para no frenar este avance y garantizar una política social y de generación de empleo más activa.
- Algunos analistas sugieren dos modelos de gestión diferentes en América latina: el de Lula, en el que están Chile y Uruguay, y el de Chávez, en el que figuran Bolivia, Ecuador y en el que muchos encasillan al modelo kirchnerista. ¿Cuál es el modelo adecuado?
- El modelo más apropiado es el que pueda generar un crecimiento sostenido con inclusión social. Eso suena a eslogan. Yo lo sé. Pero es así. Ahora, hay una realidad concreta. Yo creo que esa clasificación que algunos hacen es falsa. La gente que ve en Chile un modelo más amigable con el entorno empresario, como les gusta resaltar, se están olvidando de que en Chile las exportaciones principales, las de cobre, siguen estando en manos del Estado. Cuando hablan de Brasil se olvidan de Embraer o de Petrobras, instituciones con elevadísima intervención estatal. Es más, la Argentina es un país que incrementó la participación del Estado en la economía, en este último tiempo, y tan mal no le ha ido. Además, ha podido superar la crisis mundial de una manera sin precedentes para nuestro país. No podemos pensar que este no sea un modelo adecuado o apropiado. Sin dudas, yo pretendería avances mucho más rápidos desde el punto de vista de la distribución del ingreso, que es uno de los temas pendientes. Si bien se ha mejorado y se han hecho cosas muy significativas, como la asignación universal por hijo, volver a colocar el salario mínimo, vital y móvil como una variable de relevancia en la discusión económica, o una nueva normativa para el Banco Central, para que el organismo sea más compatible con los objetivos de crecimiento económico y la distribución del ingreso, todavía falta bastante. Y eso requiere no sólo voluntad política, sino también una reflexión importante entre los argentinos para ver qué tipo de país queremos. Para no pasar de un modelo estrictamente aperturista, desregulado, agroexportador, a otro que parezca absolutamente mercadointernista, porque en ninguno de los extremos está la alternativa.
- Muchos críticos del modelo K apuntan a los ruidos, a las cuestiones de forma, al estilo de gestión. Estos bemoles que aparecen en el plano institucional, ¿son realmente disputas entre el poder político y el económico en esta lucha por una mejor distribución del ingreso, como argumenta el Gobierno, o demostraciones de un gobierno que no está haciendo bien las cosas?
- Cuando hablamos de política y de economía hablamos de diálogo, pero también de confrontación de intereses. Hay que ser muy ingenuo para pensar que de la noche a la mañana uno va a tomar una medida económica que afecte a grupos poderosos o numerosos sin que chisten. No se ha creado el consenso previo que legitime el avanzar sobre los intereses corporativos de algún sector. Uno desearía siempre que los debates sean centrados, racionales, sin demasiados conflictos. Pero uno ve la campaña en Brasil, que está ceñida en un debate de intereses y no dista mucho de las características de la campaña en Venezuela. Pero a mí, la verdad, el conflicto no me preocupa, porque es natural a la sociedad capitalista. Las huelgas no me preocupan porque son naturales. El pedido de algunos sectores para tener mayores niveles de subsidios no me asusta porque esto pasa en todas partes del mundo.
- ¿Qué se espera para los próximos meses en términos de crecimiento económico y de inflación?
- La inflación, sin dudas, es un problema serio en cualquier economía. Pero tampoco hay que sobreactuarla en pos de emplear política de enfriamiento, porque esta también tienen un impacto directo y dramático sobre la gente. Creo que en una economía que crece al porcentaje que crece la nuestra pretender inflación cero es equivocado. Cada vez que hubo inflaciones bajas en nuestra economía, mientras hubo crecimiento, hemos terminado haciendo transferencias para los sectores más concentrados. Entonces, a esto hay que tenerlo claramente en cuenta, no sobreactuar para impedir un proceso recesivo. La inflación es siempre importante, porque erosiona a quienes tienen ingresos fijos. Pero insisto: pretender inflación cero en un contexto como el nuestro es claramente peligroso.
- Pero, entonces, ¿cómo corregir este problema?
- Es difícil una receta contra la inflación en una economía que crece a este nivel. Lo ideal sería el 5%, pero sino, ¿qué se hace? ¿Volvemos a frenar la economía? No. No es lo que uno pretende o desea hacer. No hay más alternativas que lograr que el crecimiento sea compatible con la inflación. No hay que dejarse engañar por los cantos de sirena, y hay que pensar que cuando uno enfría la economía está dejando a compatriotas fuera del mercado y la satisfacción de bienes.
- ¿La inflación se puede desmadrar el año próximo? ¿Los conflictos salariales pueden tornarse más violentos?
- Nada augura ninguna crisis para el año que viene en materia económica. Los indicadores económicos de los mercados internacionales muestran que seguirá habiendo una demanda sostenida de commodities que nosotros producimos. Obviamente, en nuestro país siempre podemos tener alguna sorpresa, pero en principio no va a haber ninguna cosa que nos asuste. Obviamente, va a haber ruido electoral. Pero con respecto a la confrontación sindical reitero que a mí no me preocupa en lo más mínimo el conflicto entre el capital y el trabajo. Es típico de las economías que se mueven. Cuando no hubo conflictos sindicales fue porque la economía estaba deprimida y con un número de desempleo tan alto que nadie quería mover un dedo para no perder el trabajo, o bien en las dictaduras, y aún así los hubo, el Cordobazo y el Tucumanazo. En este país hemos pasado del conflicto social de 2002 y 2003 con 2,5 millones de planes sociales a la situación de hoy, que es un conflicto tradicional y regular de toda sociedad capitalista: la discusión paritaria entre el capital y el trabajo.
- ¿Qué opina del proyecto de la CGT, de que los empleados puedan tomar participación en las ganancias de las empresas?
- Hay que reconocer que este es un derecho constitucional. Está instaurado hace 60 años en el artículo 14 bis de la Constitución. Eso requiere prestarle atención. Alguien me preguntará por qué ahora y no antes, y yo diría que es porque hoy hay rentabilidades importantes. Las empresas están ganando mucho dinero. Ahora, yo me pregunto, ¿por qué el grito en el cielo de los empresarios? Los empresarios siempre quisieron negociar salarios por productividad. Y las ganancias son la muestra más palmaria y cristalina de la productividad de los factores de una empresa. Entonces, es fundamental que los trabajadores participen, porque van a estar al tanto de lo que pasa en la empresa, van a ver todas las variables y van a poder negociar. Me parece que los empresarios no deberían protestar tanto antes de leer el proyecto. El tema es que lo hacen por una cuestión de principios ideológicos.